(Realismo capitalista, Mark Fisher)
por Diego Peller
1. La primera lectura que hice de Realismo capitalista, en algún momento del año 2016, poco después de que el libro se publicara en Argentina, estuvo marcada no diría que por una decepción (muy por el contrario, encontré el libro en ese momento –y lo sigo encontrando ahora– potente y sugestivo en sus argumentos), pero sí por un malentendido fundamental sobre el que me parece interesante volver, trascurrido un año de esa primera lectura, en la medida en que resulta sintomático de una fractura o de un desencuentro mayor, que se aloja en el interior mismo de la crítica cultural y que en algún sentido la constituye.
Volvamos a esa escena inicial de lectura: amparado en mi ignorancia más absoluta (al menos en ese momento) sobre la trayectoria de Mark Fisher, sobre la tradición de pensamiento en la que se inscribe su trabajo, sobre los temas y problemáticas recurrentes en su obra, y a partir de los únicos datos a mi disposición en ese momento (el título del libro y su publicación en la colección Futuros Próximos de la editorial Caja Negra, que viene publicando algunos de los títulos más interesantes en el terreno de la crítica y la teoría estética y cultural de los últimos años en nuestro país) me permití “imaginar” o “proyectar” libremente los contenidos que deseaba que el libro tuviese. Y lo que imaginé (lo que deseé) fue esto: un libro teóricamente complejo, sofisticado y riguroso, desafiante para el lector, en el que se trazara una caracterización, a la vez formal e histórica, de un nuevo tipo de realismo (en el sentido en el que este término ha sido utilizado habitualmente en la discusión estética y literaria) propio de nuestra contemporaneidad, pero que se había ido configurando a lo largo del siglo xx. Un libro así, continuaba imaginando (y deseando), no podía sino recorrer, desde ya críticamente, los momentos cruciales de la discusión teórica sobre el realismo, deteniéndose en episodios clave de dicha historia, como el realismo decimonónico, los debates en la Unión Soviética (algo que la alusión del título al realismo socialista hacía suponer) y especialmente los debates en torno al realismo en la constelación de autores vinculados más o menos orgánicamente a la Escuela de Frankfurt (Lukács, Brecht, Adorno, Benjamin) y por último, el giro posmoderno al problema del realismo y la representación tal como lo plantean Fredric Jameson y Jean-François Lyotard, cuando se preguntan cómo pueden el cine (Jameson) o el arte (Lyotard) representar lo irrepresentable (la apertura irreductible y descentrada del capitalismo financiero globalizado y postindustrial). Sin embargo, más allá de este recorrido histórico por las discusiones teóricas en torno al realismo, el núcleo duro de ese libro imaginado por mí lo constituiría el análisis estético detallado, minucioso, agudo e inteligente de algunas obras literarias y cinematográficas emblemáticas de esa nueva tendencia estética denominada realismo capitalista.
2. Está claro que aproximarse a un libro cargado de tantas expectativas y prevenciones no es la predisposición más recomendable, y que evaluar un libro por lo que no es ni hace, en lugar de hacerlo por lo que sí propone y lleva adelante, constituye uno de los más elementales errores que pueda cometer un crítico. Para peor, en este caso, las mencionadas expectativas solo podían sostenerse en la ignorancia (aunque es cierto que en el momento de la publicación de Realismo capitalista Fisher era prácticamente desconocido en la Argentina y que fue la publicación de este libro la que comenzó a revertir eso), porque a decir verdad el libro no hace sino responder con solvencia a todo lo que pudiera esperar de él quien estuviera más o menos informado acerca de quién era Fisher y de cuál era su perfil intelectual. Me permito resumir brevemente su trayectoria para aclarar este punto: Fisher nació en 1968 en el Reino Unido. Durante los años noventa formó parte de la Cybernetic Culture Research Unit, un colectivo de investigación integrado por estudiantes de filosofía de la Universidad de Warwick –entre ellos Sadie Plant y el aceleracionista Nick Land– en el que se fusionaban postestructuralismo, cibernética, ciencia ficción ciberpunk y cultura rave. Pero fue en la década siguiente cuando ganó reconocimiento y popularidad en el ámbito cultural inglés por su blog de crítica cultural “K-Punk” (que todavía puede visitarse en la web). Fue colaborador regular de las publicaciones The Wire, Sight & Sound, Frieze y New Statesman, en las que escribió fundamentalmente sobre música contemporánea (en una línea cercana a la de Simon Reynolds, otro ensayista contracultural británico editado en los últimos años en nuestro país por Caja Negra). Capitalist Realism, su primer libro, fue publicado en Inglaterra en 2009 por Zero Books, una editorial independiente que se propone intervenir críticamente haciendo circular un discurso “intelectual sin ser académico, popular sin ser populista” en tiempos en que el concepto de lo público y la figura del intelectual han sido prácticamente eliminados por nuestra sociedad consensual. Mientras que Realismo capitalista no profundiza demasiado en el análisis musical ni estético, sino que se centra en caracterizar las condiciones generales que determinan nuestra cultura, su segundo libro, Ghosts of my Life. Writings on Depression, Hauntology and Lost Futures (Zero Books, 2014) está más orientado al análisis pormenorizado de films y viejas series de televisión de la bbc y de géneros musicales como el postpunk, así como a fundamentar la utilización del concepto derrideano de “hauntología”, y de sus propias experiencias con la depresión, para trazar un mapa del mundo contemporáneo. Su último libro, The Weird and the Eerie [Lo raro y lo espeluznante, publicado por la editorial Repeater en 2017] propone, a partir de los dos conceptos presentados en el título, un análisis minucioso de toda una serie de ficciones cinematográficas, televisivas y literarias del siglo xx y el xxi, desde Lovecraft hasta Kubrick y Tarkovsky, pasando por Christopher Nolan, El resplandor y David Lynch, pero también la banda punk The Fall y Joy Division. Mark Fisher, quien había abordado sus recurrentes problemas de depresión en varios de sus textos, se quitó la vida el viernes 13 de enero de 2017, en el mismo momento en que este, su último libro, comenzaba a distribuirse, clausurando de esta manera, prematuramente, una obra en curso que se vislumbraba ya como una de las más estimulantes en el panorama de la crítica cultural contemporánea. En la Argentina la editorial Caja Negra, además de Realismo (2016), ha publicado otros dos libros en los que Fisher participó: Jacksonismo. Michael Jackson como síntoma (2014), del que Fisher es editor y en el que colabora con el ensayo “El fin del jacksonismo” y la compilación Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo (2017) en la que Fisher participa con su ensayo “‘Una revolución social y psíquica de magnitud casi inconcebible’: los interrumpidos sueños aceleracionistas de la cultura popular”, y ya ha anunciado la publicación de Los fantasmas de mi vida para el 2018.
[Disponible completo en la versión en papel.]
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