La violencia en la geopolítica de las megalópolis contemporáneas. San Pablo y Ciudad de México

por Ismail Xavier

El cine de Beto Brant ha asumido un franco debate con la coyuntura social, tra­bajando uno de sus aspectos más sensibles: la práctica sistemática de la violencia. Siempre hay, en el centro, personajes que la asumen como proyecto o, al menos, la aceptan como una alternativa legítima en el marco de la “ley de la selva” en que se ha transformado la modernidad, que se mueve al compás de la hegemonía de intereses privados.

Aunque en situaciones bien diferentes, los protagonistas de Beto Brant poseen esta común condición, que consiste en comprometerse con acciones que activan de­terminados engranajes –o se relacionan con estos pensando que saldrán de allí sin secuelas–. Sin embargo, a medida que la acción avanza pierden el control de la situa­ción y se enfrentan al desastre.

O invasor [El invasor] (2002) se focaliza en el universo empresarial y la política del dinero tomados en el momento en que viejas amistades e intereses egoístas coli­sionan. Iván, el protagonista, aunque con cierta resistencia, acepta participar de un complot planeado por su socio Gilberto para matar al socio mayoritario que detenta el control de la empresa. Como éste no acepta un esquema de corrupción para in­crementar los negocios, Gilberto concibe el asesinato como modo de destrabar lo que considera un proyecto altamente lucrativo. A partir de esta adhesión al complot, Iván realizará el camino de los personajes de Beto Brant: entrar en crisis y confrontar el abismo. Experiencia de la que parece tener una premonición cuando acompaña a quien pergeñó la operación en su incursión por la periferia de la ciudad, donde se encuentran por primera vez con Anisio con el objetivo de contratarlo para hacerse cargo de la tarea.

La atmósfera creada desde el comienzo se apoya en un estilo próximo a la tradición del film noir norteamericano, con el objetivo de exhibir la ciudad como un territorio en que un sentimiento de encierro y persecución no es un delirio. Las referencias son la expansión de formas de corrupción presentes en la administración de los negocios, especialmente entre empresarios y poder público, y el creciente poder de figuras del crimen organizado.

[Versión completa disponible en papel]

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