Un proyecto inconcluso. Aspectos del cine contemporáneo argentino

por Emilio Bernini

El cine argentino de la última década parece asentar su actualidad en una persistencia de la idea moderna del cine y en la relación de éste con la historia. Con ello legitima sus propuestas desde esa tradición cinematográfica pero, sobre todo, con ello se sitúa en una impensada línea de continuidad respecto de aquellos programas interrumpidos por motivos políticos que la generación del sesenta, el grupo de los cinco y aun las vanguardias estética y política habían iniciado hacia mediados de siglo veinte. La modernidad, que llegó al cine argentino de la mano de la nueva ola francesa, del cine de Antonioni, del de Bergman y del neorrealismo italiano, obtiene con el cine contemporáneo una conclusión tardía, aunque ahora con otros referentes cinematográficos. Las diferencias no obstante son, entre unos y otros, evidentes, especialmente porque el cine contemporáneo es irreconocible como conjunto. En efecto, el nuevo cine de los años noventa presenta una notoria dispersión de tendencias, una de cuyas causas puede atribuirse a la ausencia de tópicos comunes, a diferencia de aquellos que compartían los cineastas de los sesenta y que hicieron de ellos una generación. Sin embargo, en ambos prevalece una idea del cine y una moral de la imagen en parte semejantes; así como una afirmación de la relación del cine con el presente, a la vez que una oposición al cine de las décadas anteriores. Esto ubica al cine contemporáneo en la línea de aquel proyecto moderno, cuyo término, en efecto, viene a tener lugar más de dos décadas después con su interrupción brutal por parte del terrorismo de Estado de mediados de los setenta que no sólo arrasó con la política y los cuerpos. Una vez cumplidos el testimonio, la recensión, la crítica y la denuncias relativas al proceso militar en el cine de los años ochenta (Puenzo, Doria, Pereyra, Agresti, Fischerman, Solanas, Filippelli…), los cineastas actuales parecen, de modo imprevisto, haber abierto una nueva vía para un programa a medias realizado. Una asunción desapercibida, históricamente sobredeterminada, permite esa continuidad, aun cuando ésta no sea una operación consciente de los cineastas, y aun cuando sea otro el modo de vincularse con la historia y el presente. Su contemporaneidad es entonces esta modernidad tardía; su actualidad, la recuperación de un sentido del cine cuya vigencia hoy parece puesta en duda. Pero también su desinterés por los problemas planteados por las nuevas tecnologías en el cine, cuyo estatuto está ahora en cambio, los aleja de aquellos cineastas actuales que hacen de la contemporaneidad un problema de la imagen.

[Disponible completo en la versión en papel.]

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