Después del acontecimiento político. Farocki, Ujica y el régimen de Ceausescu

por Emilio Bernini

En esas películas, Farocki y Ujică se ocupan ante todo de la dimensión imaginaria de los acontecimientos histórico-políticos. Más precisamente, se ocupan del acontecimiento político como imagen, de las imágenes mismas del acontecimiento, sean cuales fueren sus dispositivos de enunciación (video, cine, televisión, filmación casera –e incluso, en otros filmes de Farocki, las pinturas, los cuadros, los dibujos; cf. por ejemplo, Stilleben (1997) o The Silver and the Cross (2010)–), de modo que importan menos los dispositivos que las imágenes mismas que se producen en ellos y las posibilidades de lectura que contienen. No obstante, ninguno de los cineastas entiende que entre el acontecimiento y las imágenes haya algún tipo de escisión, ni buscan en eso mismo proceder a operar la sutura de lo que habría sido –el acontecimiento histórico político– fatalmente mediatizado. Así, la idea del acontecimiento, en Farocki y en Ujică, supone su constitución en las imágenes, por las imágenes, pero no por ello creen que por esa constitución imaginaria del acontecimiento lo acaecido no haya tenido lugar en el plano del mundo histórico, ni tampoco que los medios que intervinieron lo hayan producido ex nihilo. De modo tal que ambos cineastas no parecen suponer, como lo hizo la tradición cinematográfica moderna –en lo que podría llamarse una inversión del postulado clásico–, que la imagen es siempre opacidad. Para esa tradición cinematográfica, propiamente francesa (Jean-Luc Godard, Guy Debord, Jean-Louis Comolli, et al) la transparencia clásica es siempre un leurre, un cebo, un engaño ideológico, promovido por las industrias cinematográficas de los regímenes capitalistas, para perpetuar su sistema de dominación (económico y político). […]

En cambio, Farocki y Ujică no sólo no consideran ninguna opacidad de las imágenes, sino que, muy por el contrario, encuentran en ellas sentidos alojados en su superficie más visible, pero se diría no suficientemente observados. Proceden, por medio del remontaje, de la redisposición discursiva, de la rearticulación y encuentran con ellos aspectos que sin embargo no constituyen una revelación en el sentido metafísico (moderno) del término, porque no entienden que la imagen sea un mero engaño, un cebo. No se trata en ellos, en particular en Farocki, precisamente de una desconfianza de las imágenes sino de una indagación en ellas, que no busca la revelación epifánica (a lo Godard) sino más bien su utilidad como conocimiento. En todo caso, estaríamos aquí ante una desconfianza con las imágenes, una desconfianza que no obstante necesita de esas mismas imágenes para afirmar sentidos, sólo legibles y únicamente fundamentados en ellas mismas.

[Disponible completo en la versión en papel.]

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