por Silvia Schwarzböck
La existencia de internet ha trastocado la existencia del cine. No hay, sin embargo, entre el cine e internet nada en común, como tampoco lo había, en un principio, entre el cine y la TV o entre el cine y los videojuegos. De ahí también el terror del cine a ser suplantado por todo aquello que no es de su misma índole, pero que compite con él por ser la forma hegemónica de la industria de la cultura. […] Finalmente, la posibilidad que da internet de ver y juzgar, cuando uno quiera, lo que otro muestra, y de mostrar algo, cuando uno quiera, para que otros lo vean y lo juzguen cuando ellos quieran, es incomparable, como forma de entretenimiento, con las opciones que ofrecieron hasta ahora la TV y los videojuegos. Así, no sólo no se abandona la posición de espectador propia del cine (la de voyeur), sino que se potencian, en la interacción a través del comentario, los privilegios del anonimato. […] Si hay algo políticamente revolucionario en la tecnología de internet, no es el hecho de poder ver películas en las pantallas portátiles, sino la posibilidad de que puedan ser exhibidas por fuera del sistema de mediaciones vigente, sea el de la industria o el de la autodenominada independencia, ya que ambos sistemas son perfectamente complementarios y compatibles. Esa posibilidad real de que un arte de Estado sea un arte sin Estado cuestiona al dispositivo industrial […] como a la política de subsidios (principalmente estatales).
[Disponible completo en la versión en papel.]
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