por Daniele Dottorini
No-reconciliados es el título de un filme de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet ; su segundo filme para ser precisos (Nicht Versöhnt oder Es hilft nur Gewalt, wo Gewalt herrscht; No-reconciliados, o sólo la violencia ayuda donde la violencia reina, 1965). Un título hermoso, política y moralmente. Título que, como sugiere Serge Daney, puede funcionar muy bien como idea conductora, concepto téorico político a través del cual penetrar el cine de los Straub; clave hermenéutica no tanto de un estilo como de una forma-cine, de los presupuestos de un pensamiento que encuentra en el cine su realización última. .
Ante todo, desde el punto de vista conceptual, “No-reconciliados” es el pensamiento intencionalmente dislocado, que individualiza los puntos de fractura del conflicto, que rechaza, por lo tanto, la falsa dialéctica de la conciliación, que quiere poner en evidencia la conflictividad del mundo, que niega cada fácil consuelo, cada resolutorio cierre dialéctico. La no-reconciliación se transforma, entonces (y es esta la línea interpretativa que intentaremos seguir en todas sus implicancias), en la figura conceptual matriz de un pensamiento, de una actitud moral y de una estética que, en Jean-Marie Strabu y Danièle Huillet atraviesa, película tras película, toda su producción.
Hablar del cine de Straub y Huillet significa evidenciar un proyecto teórico-político coherente que se expresa en un trabajo concreto sobre la forma estética de la obra de arte, de la imagen/sonido del cine. Trabajo coherente porque en los dos cineastas la práctica de los conceptos es la práctica fílmica; una resulta impensable sin la otra. En consecuencia, la coherencia del proyecto está también en la intención de una penetración crítica del concepto de la no-reconciliación, en el despliegue de su complejidad por medio de una búsqueda continua y rigurosa.
Para tener en cuenta todo esto es necesario, entonces, estructurar el discurso según unas líneas directrices: por un lado, hace falta poner en evidencia cómo el cine de los Straub se constituye ante todo como propuesta fuerte de una estética filosófico-política; por el otro, es necesario re-atravesar sus formas, los textos y las obras diseminados en casi cuarenta años de actividad a partir de la figura conceptual de la no-reconcilación. Un doble análisis al que no escapa la necesidad de jugarse dentro de un proyecto único que se presenta, a la vez, como algo radical y extraordinario en el panorama del cine contemporáneo. De Machorka-Muff (1962) a Operai e contadini (2001), el cine de Straub y Huillet se despliega como un territorio de formas, espacios, imágenes y sonidos, en el que está en juego el sentido mismo del arte como operación crítica sobre el mundo, como forma de resistencia política. Territorios abiertos que piden y necesitan ser continuamente explorados.
[Disponible completo en la versión en papel.]
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