por Christine Mello
Bambozzi es un artista cuyo campo de creación se sitúa en la intersección entre las experiencias individual y pública. Su obra es un manifiesto sobre la intimidad y la identidad en plena era de la información. Para eso, Bambozzi advierte sobre las nuevas formas de control e invasión de la vida privada que permiten hoy en día los medios tecnológicos. Con estudios de comunicación y habiéndose valido de ellos desde la década de 1980 como fuente de inspiración (en la medida en que esa disciplina entra en conflicto con el arte e introduce nuevas potencialidades expresivas), Bambozzi fue residente de 2000 a 2001 en el centro CAiiA-Star –actual Planetary Collegium–, centro inglés de investigación en arte interactivo coordinado por Roy Ascott. Desde entonces, participó en diversas bienales internacionales (como las de La Habana y São Paulo) y ganó varios premios en festivales internacionales de cine y video.
Para Bambozzi, el arte consiste en poner en contacto o en relación de intercambio sistemas comunicacionales audiovisuales. Así, para él, impregnarse de una realidad, la experiencia que eso aporta, es inherente a su definición de la idea misma del arte. Sus obras tratan en conjunto sobre la confrontación mediática que resulta del encuentro con el otro, y las relaciones del sujeto en la vida pública y privada.
Intervenciones en la vida pública
Sus intervenciones derivan de la comprensión de una práctica artística nacida de una historia personal, y de las confrontaciones inesperadas que nos puede aportar la experiencia. De la esfera privada de la pasión que aborda el video Love stories (1992), pasando por la fascinación por lo desconocido y el deseo del otro en el video Ali é um lugar que eu não conheço (1996), o el universo de los tormentos personales en una ciudad como São Paulo en el video Eu não posso imaginar (I Have no Words) (1999), Bambozzi permite transformar una situación general –como tomas de imágenes de terceros no autorizadas, y problemas de intrusión de los medios– en una situación de intimidad.
A lo largo de su recorrido creativo, Lucas Bambozzi ha desarrollado una visión muy particular de la realidad y sus intersecciones constantes con la ficción. Para él, se trata de otras formas de acontecimientos propios de los documentales, que se aventuran a menudo en el territorio de los nuevos medios. Es el caso de lmagens Histéricas, al mismo tiempo videoinstalación y parte del cd rom Valetes em Slow Motion de Kiko Goifman. Esta obra de 1996 forma parte de Projeto Tormentos, realizada a lo largo de tres años. En ese segmento hipermedia del proyecto, la confrontación con el otro se concreta a través de procesos interactivos entre el visitante y un universo de enfermos mentales que cometieron delitos y fueron encarcelados en una institución penal.
Atopicos –videoinstalación creada por Bam-bozzi en 2000, originalmente para la 7º Bienal de La Habana–, describe a la vez un universo híbrido elevado al rango de generalidad, la conciencia de lo que puede ser público o privado, así como una memoria personal que es colectiva. La atmósfera de la instalación se basa en situaciones particulares: imágenes de interiores de habitaciones de hotel donde el artista ha impreso de cierta manera su presencia durante los últimos cinco años, imágenes de fachadas de edificios (insertas en un minitelevisor, ubicado en una valija vieja), imágenes proyectadas desde el interior de un cesto de basura, cerca de 600 afeitadoras descartables utilizadas por Bambozzi durante siete años (presentadas de manera sistemática en las paredes de la sala, cada una con sus referencias en cuanto a fecha y motivos de uso), y sonidos difusos en el ambiente tomados de su vida cotidiana que remiten a situaciones bastante íntimas, como una relación sexual. En todo el espacio, la presencia de la serialidad y de la repetición nos remite a la obsesión y a un personaje que colecciona elementos de la vida privada: productos descartables que, una vez recolectados y etiquetados uno por uno en un espacio de exposición, se presentan de otra forma, ganan fuerza y se transforman en expresión y vitalidad.
Al invocar lo particular como problema, el artista hace aflorar en su obra la dimensión subjetiva de la memoria y sugiere relaciones con aquello que puede considerarse individual o colectivo, privado o público en el universo contemporáneo. Invierte la lógica actual del espacio público y trata así el no lugar como lugar de particularidades, de lo subjetivo, de la memoria. Denuncia de esa manera el mundo de las generalidades y señala la atención al sentido corrompido de lo que podría considerarse hoy como lugar.
[Versión completa disponible en papel]
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