por Gonzalo Aguilar escribe
El Cine diario es la rehabilitación de la mirada. La mirada, que en La Rampa estaba bajo sospecha, protagoniza la etapa que se inicia en 1981 y le entrega a Daney el expediente más legítimo que puede presentar la teoría: una experiencia. En este pasaje, tal vez el cambio más decisivo es el que lo lleva a abandonar la crítica de la sospecha para iniciar, muy a tono con los tiempos posmodernos, una travesía por las superficies: ‘Ayer era la verdad de la mentira. Hoy, los poderes de lo falso. Signo de los tiempos’. El crítico ya no se rige tanto por la interpretación y el desenmascaramiento, sino por su capacidad para hacer conexiones y recorridos: las teorías ya no están tan ligadas a esquemas articulados previamente (sea en el campo de la teoría política o en el del psicoanálisis) como a mapas que permiten orientarse temporariamente. La relación entre cine y teoría desemboca en una ‘pragmática’ que tiene como fin poder orientarse en un medio hostil y salvar las imágenes en un mundo que las pierde irremisiblemente.
[Disponible completo en la versión en papel.]
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