por Fernando La Valle
El primer impulso, natural, con Nick’s Movie es pensar que algo termina. Aquí, un cuerpo enfermo se pierde en el deterioro y en la muerte. ¿Qué mostrar de este proceso? ¿Cómo mostrarlo? Es la doble pregunta que sin duda se interpone ante la cámara, la desalienta, o desarma en tales situaciones. Aquí, como decimos, sin embargo existe un agravante: el ser que es filmado, el ser que vemos enfrentado a la muerte inminente, es un ser querido, un amigo. El registro fotográfico implacable, desalmado, de la muerte de un otro anónimo, incluso con lujo de detalles, no era un fenómeno inusitado ni mucho menos en 1979. Quizá lo profundamente admirable de ciertas tendencias documentalistas y narrativas ligadas a grandes rasgos con la Nouvelle Vague, en posición algo excéntrica, pero en todo caso, según creemos, ciertamente ubicadas dentro del espíritu de un nuevo cine francés que terminaría de gestarse a fines de los cincuenta, es ese impulso cinematográfico –Alain Resnais, Chris Marker– ligado en muchos modos con la muerte y la ruina, no el menos importante de ellos, el de trabajar en el sentido de aquello vislumbrado por John Berger, de una especie de empatía profunda y a duras penas histórica que finalmente nos llevará o llevaría a asumir el depósito incontable de registros anónimos, muchas veces terribles, como otras tantas entradas de un álbum familiar. […].
En el ánimo de Wenders […] deben sin duda haber entrado esas consideraciones; aventuremos por ahora que una serie de circunstancias parecen haber conspirado en el sentido de la consumación final de este film levemente monstruoso. Sabemos que el ocio obligado de Wenders en los intervalos durante la filmación de Hammet en la Costa Occidental le permitía ir a visitar a Ray en Nueva York; el propio documental, por otra parte, lo dice, se inicia con esta información, proporcionada asimismo al modo un tanto casual pero monolítico de un policial negro (el Wenders que vemos sube con su piloto y valija la escalera del departamento de Ray, su voz en alemán es la que da la información en voz baja, como si la respiración de durmiente de Ray habitara también ese espacio). Esta llegada repita la escena inicial de El amigo americano, y esta remisión, más allá del hecho algo trivial de que Wenders ocuparía ahora el lugar de Ripley, en una especie de inversión continental, podría poner en escena, entre otras cosas, las ideas de conspiración, de lucha entre facciones delictivas y rivales en torno a una serie de objetos en el seno de un mercado global, las ideas de engaño o fraude, de la amistad y de un abandono y muerte final.
[Disponible completo en la versión en papel.]
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