por Silvia Schwarzböck
Cavell pone el cine en la historia del escepticismo, que es como decir que lo saca por primera vez de la historia de las artes para ponerlo en la historia del pensamiento. La suya, por eso, no es una estética, sino una filosofía del cine. Cavell no analiza directores, sino películas, y de las películas que analiza no se interesa por cómo están filmadas –por la puesta en escena, un criterio que lo llevaría a analizarlas como obras de arte–, sino por los problemas que plantean, en tanto esos problemas no eran planteados, en el momento en que se filmaron esas películas, por ningún otro saber que no fuera el cine. Las películas, en este sentido, reflexionan, primero, en el momento clásico, sobre la felicidad y el sufrimiento, como experiencias que le demuestran al sujeto –una mujer– la indubitabilidad de su existencia y, después, en el momento moderno, sobre sí mismas, en tanto deben responder a la pregunta ¿qué es el arte? La filosofía del cine de Cavell no incluye, hasta ahora, el momento contemporáneo del cine. Dado que su concepto del cine clásico es Hollywood y su concepto del cine moderno es el del modernismo tal como se desarrolló en las artes plásticas –su modelo para explicarlo es, básicamente, el action painting de Pollock–, el cine contemporáneo no existe como tal, porque o es Neo-Hollywood –que no logra trascender la tipología baudelairiana– o es una continuación tardía del modernismo.
[Disponible completo en la versión en papel.]
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