por Daniele Dottorini
Se trata de mostrar cómo […] el neorrealismo, que explotará a partir de mediados de la década de los cuarenta, está profundamente ligado a un período de extraordinaria reflexión teórica y experimentación práctica, muy sumergido y poco visible, en el interior de las estructuras de formación y estudio de la cinematografía de Estado. En la década de los treinta, el cine italiano había construido una serie de zonas francas dentro de la dictadura fascista: lugares diversos (revistas, escuelas de cine, grupos de discusión) reconocidos como legítimos por el Estado fascista pero en cuyo interior se formaba y elaboraba un disenso al régimen desde el punto de vista cinematográfico, a través de sus imágenes y su forma. Y al mismo tiempo, se trata de reflexionar acerca de la fuerza (o la impotencia, como veremos) del cine de esos años, obsesionado por el problema de la realidad y condenado, en cierto sentido, a restituirla bajo la forma de la alucinación.
[…] La época de la cinematografía fascista (que puede ser rastreada desde las primeras intervenciones orgánicas del régimen, en 1934, hasta la caída de Mussolini en 1943) es un período en el que conviven juntos elementos diversos y contradictorios entre sí, en donde el imaginario, la narración y la forma fílmica operan en direcciones múltiples, desde la búsqueda obsesiva del realismo a la representación de la ficción más desenfrenada […] Como afirma Gian Piero Brunetta: ‘El fascismo es una dictadura imperfecta pero, de todas las zonas en donde ejerce su influencia, la del cine parece ser la más abierta a contaminaciones e influencias de agentes externos, que puede hacer coexistir realidades antitéticas como la del mundo soviético y el norteamericano.
[Disponible completo en la versión en papel.]
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