Historia política, found footage y primera persona

Conversación con Mauro Andrizzi, Israel Adrián Caetano y José Luis García.

Todas las imágenes son imágenes del pasado. De aquello que ha acontecido. Entre lo real, su registro y la ulterior visualización siempre media un tiempo y una distancia que imponen, diría un cineasta moderno, el velo de la representación. El clasicismo nunca encontró en esto un problema. Sus historias asumieron siempre la desviación de la puesta en escena y el inevitable carácter mediato de sus imágenes. El cine moderno, en cambio, y en particular el documental moderno, persiguió en el transcurso del siglo XX el acceso a una inmediatez que supo revelarse imposible. La utopía tuvo su formulación literal en los films de observación, que buscaban conjugarse en tiempo presente. Sin embargo, no sólo el Direct Cinema organizó sus documentales en torno de ese imperativo: aunque de otro modo, también el intervencionismo del cinéma vérité quiso acceder a una verdad primera del acontecimiento, proyectada allí en la dialéctica que define las relaciones entre el documentalista y sus documentados. El círculo, por último, podría cerrarse con la crítica de la representación que caracteriza a los documentales reflexivos. La ambición epistemológica tiene esos casos una formulación negativa: se afirma una y otra vez el carácter inaccesible de un fundamento que queda, siempre, del otro lado de la representación.

El cine de found footage obliga un replanteamiento del problema. Partir de imágenes registradas en otra parte y en otro tiempo supone desfondar la ambición de una inmediatez de la imagen: la verdad irreductible del acontecimiento, en caso de existir, le perteneció a otro, o a otros. A aquellos que registraron esas imágenes encontradas, o a aquellos que desfilaron frente al camarógrafo anónimo, pero no a nosotros. Esto es: no al cineasta que ha encontrado esos viejos registros, mucho menos a los espectadores que ahora se enfrentan a ellos. Las imágenes carecen entonces del fundamento epistémico que caracterizó al documentalismo moderno. Esta carencia, sin embargo, define también la potencia del cine de metraje encontrado. Las imágenes podrán pertenecer a la vida privada de personajes desconocidos, a la esfera política o mediática, a internet; en todos los casos, los filmes eligen ocuparse de una fenomenología de la imagen.

Aunque disímiles e incluso antagónicos, los documentales de Israel Adrián Caetano y Mauro Andrizzi parecen derivarse de esta coyuntura. La composición de la biografía política de Néstor Kirchner a partir de registros de video no profesionales (NK, de Caetano) otorga el protagonismo al carácter descentrado de las miradas que constituyen al líder político. La yuxtaposición de found footage de la guerra en Irak (Iraqi short films, de Andrizzi) adjudica a la puesta en escena la cifra excluyente del enfrentamiento entre el ejército de ocupación y los grupos yihadistas. En ambos casos la imagen parece plegarse sobre sí, vinculándose de formas siempre insuficientes y paradójicas con un fundamento (ético, político) inexistente o esquivo. Por su parte, las películas de José Luis García suponen también la resignación del fundamento epistémico del documentalismo moderno: en este caso, es el recuerdo del cineasta (La chica del Sur) o de sus entrevistados (Cándido López) lo que interpone para el film un velo del que ya no es necesario evadirse. Con una diferencia que no deja ser constitutiva de la contemporaneidad del cine: en la presencia del cineasta, de su cuerpo y su voz, la primera persona insiste allí como un fundamento posible, aunque siempre desplazado.

[Disponible completo en la versión en papel.]

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