Tres cineastas argentinos

Conversación con Lucrecia Martel, Lisandro Alonso y Ariel Rotter.

Si el cine argentino reciente posee un rasgo en común, es el de su heterogeneidad. Se trata de primeros filmes cuyas características revelan una diversidad de temáticas y de propuestas estéticas que no parece poseer una línea general reconocible. Cada cineasta se afirma en una “genealogía” singular que va desde ciertos aspectos vinculados al neorrealismo hasta distintos cines de autor. Pero un componente parece recorrerlos allí donde puede verse que muy pocos de ellos están exentos de una preocupación por lo social o por la situación actual de la Argentina, como si con ella respondieran a una cierta demanda moral exterior. Incluso si se observa superficialmente, este componente se reconoce en Mundo Grúa, Pizza, birra, faso, La Ciénaga, La Libertad, Invierno mala vida…, a pesar de la irreductible incompatibilidad entre ellos. No obstante, esa preocupación no basta para afirmarlos como parte de un nuevo cine argentino, porque los nuevos cines invetaban un bloque homogéneo de cineastas, prácticas, concepciones y autores al que contraponerse: el cinéma de qualité frente a la Nouvelle Vague es el ejemplo más canónico; la generación del sesenta frente al cine del peronismo, el más cercano. Tampoco parecen sentir la necesidad de reconocerse en la historia del cine argentino, más allá de las operaciones críticas que los vinculan con algún autor, época o tendencia. Esta indiferencia hacia la tradición argentina no responde a motivos de rechazo desde los cuales justificar una propuesta propia; por el contrario, varios cineastas recientes reconocen en Leonardo Favio, Torre Nilsson o incluso en Daniel Tinayre autores valiosos o de interés, aunque ninguno de ellos constituya un paradigma desde el cual pensar el cine propio.

De todos modos, puede reconocerse una formación común, un aprendizaje que comparte elementos semejantes, pautado por dos hechos visibles en la historia desde hace relativamente poco tiempo: de un lado, una formación cinéfila vinculada al crecimiento y al éxito de los festivales internacionales de cine en Buenos Aires; de otro, un conocimiento técnico provisto por una pluralidad de escuelas de cine que ofrecen tendencias formativas tan disímiles como las de los filmes de los cineastas, y cuya importancia actual todavía no está calculada en relación con la producción de las imágenes. En términos de inversiones económicas, la figura de los productores también es heterogénea; pero si puede reconocerse cierto rechazo en relación con el cine producido por los monopolios televisivos, sin embargo nuevos lazos entre singularidad estética y producción no siempre independiente parecen estar formándose.

La conversación que sigue reún sólo a tres de los cineastas actuales que acaban de estrenar su ópera prima; Lucrecia Martel, Lisandro Alonso y Ariel Rotter. Algo de estas reflexiones forma parte del diálogo aquí reproducido.

[Disponible completo en la versión en papel.]

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