Tres ideas de lo documental. La mirada sobre el otro

por Emilio Bernini

El documental es una modalidad discursiva histórica. Se trata menos de un género, cuyas invariantes se reproducirían en cada nuevo film que llamamos “documental”, que de un tipo de discurso que presenta cambios a lo largo de su historia. El documental contemporáneo vuelve a ser una muestra de esto, si se tiene en cuenta el desplazamiento que en él se ha operado desde el mundo documentado hacia la primera persona del cineasta, que ahora se retrata en su subjetividad, cuando en efecto el documental clásico, en la otra punta de la historia, se definía por establecer un saber sobre el mundo que prescindiera, relativa o completamente, del autor. El saber del documental clásico no guarda ya relación alguna con el saber que el documental contemporáneo ofrece de la persona misma que es responsable de su elaboración. Ese crecimiento de la primera persona, que ya se anunciaba en los documentales modernos, incluso cuado en éstos se mantuviera deliberadamente bajo el anonimato del grupo, del colectivo de cineastas, no impide, sin embargo, que aun consideremos documentales los filmes contemporáneos que encuentran fundamento en el yo. Si es posible seguir reconociendo una modalidad discursiva que inicialmente se diferenció de la ficción porque se definió en contra de ella y que en la contemporaneidad ya no se parece casi en nada a aquel momento inicial, ello debe residir no en el saber que el “género” aún sigue ofreciendo y, probablemente tampoco, en una especificidad de la puesta en escena, sino en el saber que poseemos de él. Habría, pues, un saber del documental que no tiene ya que ver con lo que el documental –en su forma “objetiva”– dice del mundo (con las informaciones y los registros que ofrece), y tampoco tiene que ver con lo que dice del yo en el mundo –en su forma contemporánea–, sino con un tipo de saber que está vinculado al funcionamiento mismo del dispositivo cinematográfico y al registro que éste hace de lo que denominamos realidad o, como lo llaman los narratólogos, lo profílmico.

[Disponible completo en la versión en papel.]

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