Entre los tiempos. Apuntes parciales sobre el tiempo, el cuerpo, el lenguaje y la política en el nuevo cine rumano [Extracto]

por Gustavo Galuppo

Hay un tiempo particular que regula la experiencia de los cuerpos ordinarios en el cine rumano contemporáneo. Fundamentalmente, ese tiempo que sería la llegada de lo nuevo después de la revolución de 1989. Pero no se trataría tanto de un después, sino, en cambio, de un ‘entre’. ¿Entre qué? Entre un tiempo que no termina de pasar y otro tiempo que nunca llega, que se perpetúa en un horizonte siempre lejano o siempre, aunque inmóvil, alejándose; borroneado por la duda de un deseo ya claramente indeseado pero no del todo arrepentido. El cataclismo detrás del cataclismo, la pesadilla dentro (o de detrás) de la pesadilla, la paradójica repetición de lo infinitamente diferente como insalvable sutura temporal, como cierre de la esperanza y del tiempo como horizonte de cambio. Sin embargo no hay, aquí, un después del final, no hay un después de la historia (la historia no se trataría exclusivamente del cambio, sino de la discontinuidad, de lo fragmentario, de lo legible en la constitución de los momentos aislados, de lo discernible del acontecimiento que articula el ‘sí mismo’ del individuo ordinario con ‘lo otro’ de lo colectivo). Aquí no hay nada de eso, no hay un final ni una clausura, porque claramente el tiempo se ha estancado en ese presente sin otro atributo que el de la suspensión como signo político de lo indeseado. No hay ya un después. Ni siquiera un antes. Lo que hay, entonces, es la persistencia de una promesa que ya no promete nada. Nada más allá de la promesa de su misma existencia como tal. Como promesa. Y allí, su propia condición expresada como la nada misma. La promesa que no se promete más que a sí misma no es otra cosa que una trampa, una suspensión temporal, una ilusión sin fundamento. Un limbo en el que los cuerpos chocan permanentemente contra la literalidad de lo insensato. Pero es justo allí donde se vislumbra que de eso se trata en cierto modo la emergencia del acontecimiento político. La política es el tiempo. La política es la utilización de ese tiempo o mejor, la lucha constante por la utilización de ese tiempo. La política son los cuerpos insertos en la experiencia de ese tiempo dispuesto por la lucha de los poderes. La política es lo que a esos cuerpos se les permite hacer y ser en esos tiempos inventados por la política del ‘entre’ los tiempos que no pasan, o que pasan sin dejarse trabajar, sin dejar que se trabaje o se haga nada en ellos, a pura voluntad y en consonancia con una libertad comunitaria. Y la imagen del cine, en gran medida, es una cuestión de tiempos y de cuerpos. De experiencias. De lo que esos cuerpos ejecutan o se les permite ejecutar como pura potencia del actuar dentro de la imagen. O, contrariamente, como negación catastrófica de esa potencia, como negación del mismo cuerpo y de su accionar, y, con él, de lo humano, del sujeto que se constituye en su experiencia como potencia en el devenir del acto.

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